Dejé de escribir por esta razón. Se me ocurre una idea buena, como el tipo que entra a la ducha y confunde siempre el tapón verde suelto de un frasco de shampoo que se terminó hace semanas con un jabón verde que le gustaba tener. Usa lentes y en la ducha es de los pocos lugares donde no. Arranca usando un jabón de glicerina y enseguida piensa en el verde. Desde la pandemia empezó a usar 2 jabones distintos en cada baño como si sirviera para estar más limpio. Todos hacemos cosas que no tienen ningún sentido. Lo cierto es que durante días le pasa lo mismo, no lo recuerda al inicio, al primer golpe de vista el verde lo sorprende. Pero luego ya se acuerda y se pregunta si se está volviendo viejo o estúpido. O las 2 cosas.
Entonces el impulso inicial se bifurca o se detiene para observar a los lectores atraídos por la historia.
Un escritor en serio no dejaría un buen comienzo en manos de un observador de lectores que ni siquiera existen. Lo cierto es que los tipos ya sintieron similitudes, despertaron analogías de gente envejeciendo y confusa. Al rato ya tenemos un ómnibus de Cutcsa lleno de supuestos empáticos cerca del Banco de Previsión Social. No puedo con esto. Ya estoy discutiendo con alguna bifurcación que no es, realmente. O sea, la derivada piensa que tiene mucho que ver con la confusión del jabón y el tapón. No sé cómo decirle que no. En esta parte, asume un rol, quiere sus minutos. Contar su historia. Todo el asunto me sobrepasa, no vale la pena. Cuando se va la excitación creativa todo es cansancio. No entiendo bien cómo pude pensar que en la confusión verde había algo para contar.