Están pasadas de hora. La ayudante abre la puerta cinco segundos después de dar dos toques. Gotea del pelo pero no parece importarle. Intercede por alguien fuera de agenda con cinco oraciones. Adentro parecen ceder.

-¿Cuáles son las canciones de enfoque?
-No tiene.
-¿Rescate?
-No
-¿Qué escucha cuando no puede más?

La ayudante sabe que la causa se juega ahora:

-Cuando llega ahí siente que odia la música, interpone una orden de alejamiento por 48 hs.
– ¿Por qué la traés acá, entonces? ¿te divierte esto?
– No jefa, estoy segura que es para acá.
– …(resople)
-Segura, me va a agradecer por insistir.

(resople menor)

-Bueno, hacela pasar.

En la sala de espera vuelve el silencio, hasta que una señora habitual que espera a otro doctor comenta, a un volumen mayor al necesario:

-No vaya a creer. Muchos de los que llegan para la doctora tienen relaciones con canciones de una intensidad que otros se sorprenderían. Acá, delante mío, he visto cosas. No me las contó nadie.

La señora, seca hace rato, sigue haciendo gestos de sacudirse agua. Nadie continúa conversando.
Hay otros 2 que también esperan que les llegue el turno, pero ninguno parece interesado. Incluso el más ajeno, que quizás no haya escuchado, se levanta y sale ya con paraguas en mano.