Pongámosle que estoy subido a una escalera, en la azotea de la biblioteca, leyendo un libro.
Buscaba uno que nunca encontré. Agarré otro para paliar desánimo. Quiero testear si sigue funcionando. Unos minutos antes de terminar el relato, la escalera cede, no me doy cuenta si lo suficiente como para tener que bajar o poder seguir leyendo.
Algo de esto sucede cuando estoy allá arriba creando una cosa que pinta bien y las herramientas que uso requieren atención. Un programa que ahora mismo no funciona. O cuando calzás delantal para cocinar algo que se te ocurrió mezclar, una variente, y ves los platos en la pileta y ves que no tenés aceite ni huevos como pensabas.
En definitiva, estás en algo y eso te detiene, empezás a ir para atrás. Queŕes mandar un correo que incluye una simple captura de pantalla y ves que das clic y no funciona el programa habitual, muy práctico, que permite editar, hacer una flecha para precisar un lugar exacto de la imagen.
Y bueno: no anda la captura, y trato de instalar otro programa que haga lo mismo para salir del tema, y el programa que busca e instala no actualiza la lista, no encuentra, no puedo instalar nada. Es como ir cada vez más atrás, te falta la herramienta, fallan dos o tres alternativas. Hay cuarentena en las 3 ferreterías.
Como si al final tuvieras que bajar una imagen actualizada de sistema y luego grabar en pendrive para reinstalar el sistema operativo en el dispositivo de trabajo habitual y que ande todo, incluso la captura de pantalla para enviar a alguien.